Jueves 05 de Junio, 2025

Acoger, Proteger, Promover e Integrar: Nuestra Misión con las Personas Refugiadas



Editorial de Evelyn Concha, coordinadora Programa Medios de Vida

Cada año, al conmemorar el Mes del Refugio, volvemos la mirada hacia miles de personas que, obligadas por circunstancias de conflicto, guerra u otras situaciones que ponen en peligro su integridad, han tenido que dejar atrás su hogar, su historia y, muchas veces, a sus seres queridos. Al mismo tiempo se sienten impulsadas por la esperanza de encontrar protección, dignidad y una nueva oportunidad para comenzar. Desde la Vicaría de la Pastoral Social Cáritas reafirmamos nuestro compromiso con ellas, reconociendo en sus trayectorias de desarraigo y esperanza un llamado profundo a nuestra misión como Iglesia.

Desde 1976, la Vicaría ha mantenido un compromiso activo con quienes han vivido procesos de desplazamiento forzoso. Hemos acompañado historias de exilio, retorno, reasentamiento e integración, siempre desde una cercanía concreta y esperanzadora. A lo largo de este camino, se han vivido momentos significativos: desde el apoyo a chilenos y chilenas que debieron huir del país, hasta la implementación de programas de reintegración y la acogida de personas refugiadas provenientes de lugares como Yugoslavia, Palestina o Siria. En este recorrido, ha sido fundamental el trabajo conjunto con ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados), con quienes compartimos desde hace décadas la misión de resguardar los derechos y la dignidad de quienes buscan protección en Chile. Asimismo, hemos promovido iniciativas de inclusión y acompañamiento para personas en movilidad humana que llegan al país con el anhelo de reconstruir sus vidas en un entorno más justo y humano.

En continuidad con esa historia, desde el año 2021 desarrollamos la Red de Acompañamiento Integral para personas refugiadas y en necesidad de protección internacional. A través de esta red, hemos logrado acompañar de manera cercana a más de 54.000 personas, otorgando respuestas concretas mediante tres líneas de trabajo: asistencia humanitaria, salud mental e integración local y el fortalecimiento de los medios de vida. Todo esto lo hacemos desde un enfoque centrado en la dignidad de cada persona, reconociendo su valor y su derecho a reconstruir su proyecto de vida.

El camino no ha estado exento de desafíos. La falta de acceso a una vivienda segura, situación migratoria no regularizada, duelo migratorio, la separación familiar y las barreras para la inserción laboral son dificultades que persisten y que impactan de manera profunda en la vida cotidiana de las personas refugiadas y en movilidad humana. A ello se suma la necesidad urgente de articular respuestas más coordinadas, que eviten la sobreintervención y respeten los tiempos y procesos individuales de quienes acompañamos.

Desde nuestra vocación pastoral, no concebimos este trabajo simplemente como un servicio, sino  más bien como una manera concreta de vivir el Evangelio: salir al encuentro de quienes más sufren, escuchar, sostener, caminar junto a ellos y avanzar hacia una vida más digna. Esto lo hacemos inspirados por las palabras del Papa Francisco, quien nos invita a orientar nuestra acción a través de cuatro verbos fundamentales: acoger, proteger, promover e integrar.

Acogemos cuando ofrecemos espacios donde las personas se sienten seguras y escuchadas. Protegemos al visibilizar las vulneraciones y actuar frente a ellas. Promovemos cuando apoyamos el desarrollo de capacidades y la autonomía individual. Integramos cuando fortalecemos la participación, el encuentro entre culturas y la creación de redes comunitarias.

Este trabajo no sería posible sin la entrega de muchas personas: profesionales, voluntarias y voluntarios, comunidades, municipios, organizaciones sociales y organizaciones internacionales. A todas y todos, nuestro más profundo agradecimiento por hacer vida esta misión de Iglesia, siendo signos de esperanza en medio del dolor.

En el marco del Día Mundial del Refugiado que conmemoramos cada 20 de  junio  renovamos nuestro compromiso de seguir caminando junto a quienes buscan refugio. Porque no se trata solo de brindar ayuda: se trata de reconocer en el otro a un hermano o hermana, y de construir, juntos, una sociedad donde todos y todas tengamos un lugar.

 


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